CRÓNICA
UN MAESTRO
GUILLERMO SACCOMANO
(Planeta - Buenos Aires)

Hijo de inmigrantes italianos y españoles, nacido en el seno de una familia campesina del partido de Pellegrini (provincia de Buenos Aires, al límite con La Pampa) y de padre peronista, Orlando "El Nano" Balbo estudió para docente, conoció la detención ilegal (el mismo 24 de marzo del 76) y la picana (torturado por el tristemente célebre Raúl Guglielminetti). Estuvo preso en Neuquén, después en Rawson y luego en Caseros. Posteriormente, el exilio, en Roma. Regresó al país en 1984 y pasó a trabajar como maestro en una comunidad mapuche y en planes de alfabetización para adultos, y a militar en gremios docentes. Pedagogo de alma y discípulo de Freire, chocó contra la burocracia y la medianía intelectual de los administradores de la educación y optó, una vez más, por la lucha a favor de los desclasados.
Balbo y Saccomanno se conocieron en la colimba, en 1969. Saccomanno lo había dado por desaparecido luego de no recibir noticias de él durante mucho tiempo. Pero en el invierno de 2008, en una feria del libro de San Martín de los Andes, alguien le dijo que el Nano Balbo estaba vivo y le enviaba saludos. Saccomanno le pidió el teléfono, pero esta persona le dijo que de nada le serviría: el Nano había quedado sordo a causa de la picana.
El contacto fue por correo electrónico, y a partir de ahí comenzó una serie de encuentros que acabarían conformando Un maestro. Una historia de lucha, una lección de vida. En palabras del propio Saccomanno: "El desafío era ver si estábamos a la altura de lo que habíamos soñado ser".

A dos voces
Un maestro es un libro donde se entrelazan las experiencias de Orlando Balbo y los vaivenes de un país que, en cada sinuosidad, flaquea: la vida personal de un hombre como espejo de una historia nacional, ambas atravesadas por la violencia. Un libro que, de algún modo, rompe las formas: hay dos primeras personas sincrónicas y simultáneas: la narración oral de Balbo, la escritura de Saccomanno. Balbo relata; Saccomanno novela. "Yo cuento, vos escribís". No es azaroso que recién a partir del cuarto capítulo, página 213, intervenga Saccomanno.
Y cada anécdota concluye con una reflexión pedagógica.  Orlando Balbo, cuando habla, enseña. Su relato individual se transforma siempre en un relato colectivo. Quizás conforme a la herencia campesina y su apropiación de las transmisiones orales de esas geografías semidesoladas; quizás de su espíritu naturalmente educador.
Hay un eje que nunca se descentra en Un maestro: la necesidad de contar. Contar para vivir. Contar para no morir. Contar para hacer justicia. Para mantener viva la memoria. "Contar, si tiene un sentido, te estimula, te da gusto, te cambia el humor. Porque sabés que sirve para algo". En palabras del Nano Balbo: "que me hayan dejado sordo no quiere decir que me calle".
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Hernán Carbonel